Por supuestamente una amigdalitis aguda (diagnóstico de un interno de la sala de emergencias del Seguro Social), desde el domingo en la noche mantengo un malestar corporal total, dolor de cabeza, tos, fiebre de entre 38 y 39oC, y ahora también diarrea y dolor abdominal. Preocupado por haberme contagiado de la ya célebre AH1N1 o su versión recargada 2.0, y contagiar a mi esposa o hija con quienes convivo, acudí a los centros de atención creados específicamente con el fin de atender a la ciudadanía para prevenir que esta amenaza vuelva a tomar magnitudes pandémicas, y la realidad es alarmante. Madres con sus niños, niños con fiebre, llanto y sufrimiento, hombres y mujeres, helada en la mañana, sol en la tarde, frio y viento en la noche, colas de hasta 5 horas para que les tomen los signos vitales y llenen la complicada ficha, y otras 2 para que les atienda el único medico de la unidad, descontento y sensación de engaño en todos.
Si bien hay que congratular el esfuerzo del actual gobierno por brindar la atención necesaria a grupos que jamás los tuvieron, cabe censurar la poca visión de parte del responsable de salud en la provincia, y la nula supervisión de estos centros para verificar si el personal que labora es el suficiente para cubrir la demanda de atención.
Yo aún no puedo descartar que tenga el virus, pues aunque estuve desde las 5 de la tarde en la carpa de atención, hasta las 9 de la noche no me atendieron. Sigo con 39 de fiebre y aún me pesa la incertidumbre de poder contagiar a mi esposa e hija. Espero que mañana alguien lea esto.