Publicación original en: http://www.jfyanquirivera.com/1/post/2013/05/trabajando-con-motomic...
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Parece no hace mucho que las historias de los hermanos Grimm me eran leídas todas las noches antes de acostarme a dormir. La lampara de luz tenue–como a medio alumbrar y a medio apagarse–a mi lado izquierdo, encima del velador de madera clara y con olor a laca fresca es la imagen mas viva, la imagen que mas recuerdo de las noches en las cuales mi mente se transportaba a mundos donde los humanos éramos criaturas extranas, criaturas que por única ves no podíamos darnos el derecho, ni el “lujo” de llamarnos a nosotros mismos human@s. En estos mundos l@s human@s no podían existir, y esto además de incomodarme profundamente también causó en mí un interés por encontrar la manera en la que yo pueda vivir con seres que tomaban forma a través de extranos símbolos con los cuales nos hemos domesticado y a los cuales les llamamos letras.
La fascinación por estos mundos habitados de seres que solo pueden existir en mi imaginación terminó el primer día que asistí a la escuela y tuve que sentarme en una mesa que estaba disenada para que mis cuadernos estén guardados debajo de mis piernas, mis manos inmovilizadas en un pupitre, y mis pensamientos encapsulados con un: “haber niños, el que quiere hablar alza la mano, y porfavor hagan silencio.” Esa es la primera memoria que tengo de la escuela.
En el colegio las cosas no fueron muy diferentes tampoco, recuerdo el aula con cierto desprecio. Nunca me gustó sentarme en un pupitre, mirar al pizarrón que se llenaba de números y garabatos sin sentido, y odiaba profundamente que me llamen “Señor.” De la forma en que recuerdo mi primera experiencia en la escuela, la imagen grabada mas fresca que tengo del colegio tampoco es muy grata tampoco. Con un terno que debía estar planchado, zapatos relucientes y medias que obligatoriamente debían ser de color obscuro recuerdo la clase de Biología como una perdida de tiempo completo. “Haber Senores, para manana entonces van a traer una hoja doble a cuadros de papel ministro para repetir las cadenas carbonadas de saponificacion.” Me pregunto si realmente mi profesor de Biología estaba convencido de que aprenderíamos el proceso de saponificacion al repetir cadenas de carbono 20 veces en la misma página. Ah, y por cierto, me pregunto si realmente estaba convencido de que quienes repitan mas veces las benditas cadenas de carbono aprenderían mas. De otra manera ¿Porqué habían puntos extras para quienes repitan una página mas?
Y bueno, creo que mi carrera académica estaba destinada a seguir este patrón monotono, caduco, y aburrido si no hubiera atravesado por algunas–de hecho muchas–crisis existenciales. Me resulta divertido ver atrás en el tiempo, y recontar el proceso que he seguido para ahora estar convencido de que lo que realmente me interesa es el diseno; ¿Como pasé de estudiar Economía y Ciencias Políticas a diseñar y animar pequenos mounstros imaginarios que se plasman con programas de computadora? ¿En que momento nacio mi escepticismo por un sistema político ineficiente que no es capaz de mantener una coherencia entre la teoría y la práctica? ¿Cuál fue realmente la motivación que tuve para desterrar de mi mente la idea paternalista de estudiar modelos de desarrollo que pueden ser aplicados a comunidades que atraviesan pobreza, tal cuál estos fueran experimentos que juegan con la decencia de gente ingenua?
Realmente, no recuerdo cual fue el “turning point” en el que decidí dejar de lado lo teórico abstracto por lo abstracto concreto: el arte. Mi experiencia con Motomichi ha sido un pilar fundamental para cimentar mi interés por el diseno y convencerme aún mas de que lo mio es el jugar con formas y colores, lo mio es crear, es sentir que mis manos son herramientas que son capaces de transformar materia. Trabajar directamente con softwares de diseno ha contribuido mi capacidad para ampliar mi interés en el estudio de esta area académica, y creo que incluso mas important fue para mi compartir de cerca como un disenador lleva su vida. Para ser bastante honesto, muchas veces tuve la imagen estereotipada de un artista o un disenador, como una persona bastante alternativa, bohemia, feliz en su mundo, pero no capaz de llevar una vida normal. Y bueno, creo que mi entendimiento de normal, va junto con el entendimiento de “normal” que tienen mis padres: “Algún rato Juan Fernando, tendrás tu familia, tus hijos... ¿Cómo les vas a dar de comer? ¿Vos mismo si te enfermas, cómo te vas a curar? No creo pues, que con dibujos y colores vayas a poder pagar tus medicamentos” Y esto si me aterraba, y bastante...
Con Motomichi pude desterrar esa idea bastante irracional y un tanto popular de que si eres artista estas condenado a llevar una vida bohemia, en un mundo obscuro de drogas, alucinaciónes e ideas raras. No! Los artistas son (somos?) personas “normales” que tienen familias, llevan a sus hij@s a la escuela, pagan sus impuestos, dan de comer a sus mascotas y llevan a sus parejas a cenar los Viernes por la noche. Y sí, tuve la oportunidad de aprender a manejar nuevas técnicas de creación audiovisual, pude relacionarme con gente involucrada en el negocio del arte local en Quito, conocí una comunidad de personas que le apuestan a los negocios innovadores y creativos, pero la experiencia que marca este aprendizaje es realmente la relación que pude establecer con Motomichi. Veo en él un futuro que podría realizarse para mí, y esto me emociona tremendamente; el modelo de vida que lleva Motomichi no está muy lejos de lo que quiero para mi y esto me ha motivado a apostarle de lleno a mi interés: el diseno.
Un par de días atrás conversaba con mi amigo “Gatito” y le decía: “Motomichi es un tipo feliz que dibuja mounstritos y les da vida, escucha hiphop con una capucha cuando disena, y toma café mientras habla con su pareja por g-chat y discute una animación para algún canal en UK...” Trabajar directamente con Motomichi ha motivado en mi la curiosidad de seguir experimentando con formas y colores, con la diferencia de que ahora no quiero seguir haciendo de esto un hobbie, al contrario, quiero que este sea mi modo de vida, quiero que este sea mi trabajo, quiero alimentar mi futura e hipotetica familia con mis colores, y quiero poder pagar las medicinas de mis tambien futuras e hipotéticas enfermedades con mis mounstritos y mis composiciones gráficas.
Juan Fernando.
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