Entre butacas y bastidores: crónica de una semana cultural

Entre butacas y bastidores: crónica de una semana cultural
Franklin Cepeda Astudillo
(Publicado en Diario Los Andes)

Un 12 de enero de 1917 se publicó en Los Andes, memorable periódico local, una nota que señalaba que ya es tiempo de que Riobamba posea un edificio con función de teatro, invocando, nada menos que al Colón de Buenos Aires, cual ejemplo del tipo de escenario que deberían tener las ciudades “modernas”. Setenta años después, un 23 de junio de 1987, diario El Libertador publicó “Riobamba carece de escenarios artísticos”, artículo de Mario Godoy Aguirre, referente a una realidad que, recién en nuestros días, comenzaría a revertirse: las rotundas carencias y limitaciones de nuestra ciudad para el montaje y puesta en escena de toda clase de espectáculos musicales, dancísticos, sinfónicos, teatrales, operísticos…. Veintiséis años han transcurrido ya: los ofrecimientos de rehabilitación del viejo teatro León, aunque cíclicamente se “refresquen”, han quedado en mera palabrería, y, penosamente, así quedarán mientras no veamos resultados concretos; reitero: mientras no veamos resultados concretos.
Afortunadamente no todo es tan lóbrego ni pestilente como lo que habitualmente ha emanado de políticos corruptos e incompetentes acostumbrados a anteponer la ambición y el cálculo personal al imperativo de administrar los requerimientos de Riobamba como una ciudad del siglo XXI: celebramos que, del lunes 17 al viernes 21 de mayo, Riobamba vivió una semana que, pese a dificultades, bien puede dejar huellas en su historia cultural: La Universidad Nacional de Chimborazo inauguró, sin boato pero con notable participación de la ciudadanía, su teatro–auditorio, construido con el mayor apego posible a normas acústicas, estéticas, funcionales… …y de seguridad para numerosos asistentes como los que, cómodamente sentados, disfrutaron de seis eventos pioneros con los que la institución bien se halla ante la oportunidad de dar inicio a una tradición de espectáculos artísticos y eventos académicos e institucionales de primer nivel, o mal si es ante el riesgo de echar por tierra todo el esfuerzo realizado: ya depende del buen juicio de autoridades y administradores, rector a la cabeza, llamados a mostrar firmeza, seriedad y voluntad de hacer bien las cosas y no a doblegarse ante requerimientos o presiones clientelares de personas desubicadas, tercas, prepotentes o sencillamente privadas de un saludable sentido de las proporciones. La dotación de un reglamento es requerimiento que se revela urgente mientras el cobarde atentado a instalaciones universitarias, acaecido la madrugada del jueves 20, es la agridulce confirmación de que solo se tiran piedras al árbol cargado de frutos.
La programación arrancó el lunes 17 con la sesión solemne en la que se oficializó la inauguración y entrega de obras de infraestructura, de la que hacen parte atractivas instalaciones deportivas. Todos los funcionarios e invitados especiales convocados a la mesa que presidió dicha asamblea estuvieron oportunamente presentes, salvo el caso del representante estudiantil o su delegado; confiemos en que dicha ausencia obedezca a razones plausibles y valederas antes que a afán alguno de hacer un burdo desaire a una institución que, así como puede merecer críticas, merece también respeto.
Con retraso, dada la inesperada intervención de un funcionario presente, se dio paso a la presentación de Quito 6, ensamble cameral que ha dedicado su esfuerzo, entre otras empresas, a poner en valor los repertorios de Luis Humberto Salgado, Sixto María Durán, Gerardo Guevara Viteri, Carlos Bonilla Chávez, Segundo Cóndor y otros compositores cuyas obras se sitúan entre lo popular, lo nacionalista y lo académico; consignemos para la historia que la primera pieza ejecutada en este escenario fue El último beso, pasillo de Carlos Silva Pareja; sus intérpretes fueron: Victoria Robalino en el violín, Amelia Rivadeneira en el cello, Gustavo Borrero en el contrabajo, Byron Tayupanda en el clarinete, Jamil Erazo en la flauta y Álex Alarcón, en teclado que debió ser digital dado que el flamante escenario aún no cuenta con un piano, requerimiento que demandamos sea atendido pronto y sin escatimar en términos de calidad, no sea que también a la UNACH le chanten gato por liebre. Remarquemos el ofrecimiento de notas ilustrativas sobre cada pieza interpretada, por parte de Tatiana Carrillo, del personal de Quito 6, con quien, tras concluir este primer evento, mantuvimos un breve diálogo con cordialidad y respeto de colegas.
El martes 18, pasadas las 10h00, la Orquesta Sinfónica Nacional, ofreció un primer concierto, de carácter didáctico, dirigido primordialmente a estudiantes y profesores, con la penosa circunstancia de que la asistencia a este evento sinfónico inaugural no fue la esperada: entre los faltantes fulguraron por su deserción quienes pusieron reparos a la entrega de pases no obstante recibir al menos uno para motivar su presencia. En todo caso consignemos que la primera pieza ejecutada por una sinfónica en el nuevo escenario de la UNACH fue el pasacalle Riobambeñita, de Guillermo Vásquez Pérez. Enseguida, en atención al público convocado, se tocaron piezas ligeras como la Obertura Guillermo Tell, de Giacomo Rossini, o la divertida máquina de escribir, de Leroy Anderson, ocasión para que el percusionista Andrés Carrera actuara como solista de tan singular instrumento, no sin antes “afinarlo” por pedido de la maestra Nathalie Marin, carismática, jocunda y talentosa directora.
En la noche tuvo lugar el concierto de gala, en el que estuvieron presentes las principales autoridades de la Universidad y personalidades como Monseñor Julio Parrilla Díaz, Obispo de Riobamba; deducimos que las primeras butacas, notablemente “íngrimas”, estuvieron destinadas a autoridades locales, las cuales, no es la primera vez, dejaron en claro que el arte y la cultura no están entre sus prioridades; enhorabuena por nosotros: nos dejaron la “silla vacía” para disfrutar con provecho un espectáculo con momentos harto emocionantes, por ejemplo en las interpretaciones orquestales que contaron como solista con el marroquí Serge López y su guitarra flamenca, y otros números, más ligeros, tal el caso de una “cuadrilla salsera” muy del agrado del respetable, probablemente discrepante con las aserciones de Arthur Schopenhauer, filósofo alemán que, en uno de sus aforismos, comparó al popurrí con “una casaca de Arlequín que se hubiera confeccionado recosiendo jirones arrancados de los trajes de personas honradas”, tanto como para calificarlo de “verdadera infamia musical, que debería estar perseguida por la policía”, cita de Paralipomena que confío será tomada con humor y sentido común antes que con molestia o intolerancia.
Mientras que con los maestros Serge López y Nathalie Marín pudimos dialogar, estrechar manos, confirmar que el talento es proporcional a la calidad humana, y hasta abrazarnos, del individuo que vino con la orquesta como presentador –desconozco si es empleado o funcionario de dicha entidad– no nos llevamos buena impresión: casi que a la brava pidió aplausos y, tras bambalinas, dejó en claro que nada se logra con un barril de vinagre como con una gota de miel; perdón por el lugar común pero no por mi frontalidad. En todo caso apuntemos, –nuevamente para la historia–, que la primera obra interpretada en este inaugural concierto nocturno fue la Suite Andina de Carlos Bonilla Chávez, a su vez que, entre los primeros “incumplimientos” para con Riobamba, estuvieron como tres temas registrados en el programa de mano: acaso en próxima ocasión se pague esta deuda, que nos deja con las surrealistas ganas de saber cómo será que suena el “Pasito Tuntún” en versión sinfónica, saldo pendiente de una velada que no dejó de incluir a compositores “universales” como Claude Debussy o Erick Satié.
El ballet fue la expresión cultural programada para el día miércoles. Pese al magnánimo intento de iniciar con puntualidad, vicisitudes del elenco dieron lugar a un retraso, aunque también el público, –buena parte del cual no aprende a hacer silencio durante las actuaciones–, abonó en este sentido; afortunadamente este panorama cambió en cosa de 20 minutos tras los cuales se atestiguó un espectáculo en el que se fusionaron luces, efectos, danza y música, con predominio de sonoridades mestizas y “ancestrales”: Quimera, Mauricio Vicenzo, Margarita Laso, Julio Jaramillo, Olimpo Cárdenas, Álex Alvear... Enhorabuena por el Ballet Nacional del Ecuador y su director, el maestro Rubén Guarderas, quien, con amabilidad y carisma, se dirigió al público para presentar su trabajo y, nuevamente, confirmar la “parábola” de la gota de miel… Ya advertirán a que me refiero.
La proyección del documental Con mi corazón en Yambo, prevista para el jueves, tuvo como finalidad refrescar en nuestro medio este estremecedor logro narrativo–visual de María Fernanda Restrepo, familiar de los malhadados protagonistas de una historia que no termina. Dada la naturaleza del documental, –con el que se inaugura el teatro–auditorio como espacio apto también para funciones de cine–, me limitaré a citar un fragmento de un artículo que remití a Los Andes, y que fue publicado el 20 de octubre de 2011: “Heroísmo ejemplar. Lucha a muerte por la verdad. Fortaleza en la desgracia. Amor sin límites. Solidaridad por víctimas que se van visibilizando… sin olvidar, ya desde otros oteros, el “humanista” ofrecimiento de 200 ó 250000 USD a cambio de información que esclarezca dos aterradoras muertes, frente a 40 u 80 millones de compensación exigidos a un respetable diario para “reparar” una “afrenta””. Los espectadores sabrán formar su propia opinión.
El viernes, finalmente, las Marujas hicieron reír a los asistentes con sus peripecias y ocurrencias; pueda que la constatación de que ese sea el primer evento para el que se hayan agotado los pases dé indicios de por dónde van los gustos y preferencias locales, aunque nuevamente hayan quedado unas cuantas butacas desiertas. En lo personal me atrevo a señalar que el histrionismo y la capacidad actoral de Elena Torres, Juana Guarderas, y la ausente Martha Ormaza, están muy por encima de la calidad de los parlamentos presentados en el nuevo “tablado” riobambense, en el cual noble fue agradecer a Santiago Oleas, animoso administrador, como innecesario ofertar otras obras cual chauchas a convenir. El respetable opinará.
Saludamos con júbilo esta semana inaugural; confiamos en que la comunidad universitaria, y la ciudadanía en general, tenga con este atractivo espacio escénico el respeto y la atención debida para que continúen y crezcan las programaciones; de su cuidado y puesta en valor, ya lo he señalado: TODOS SOMOS RESPONSABLES.
Congratulaciones a Riobamba y al país, que cuentan con un digno teatro y auditorio; igualmente a las autoridades universitarias, docentes, estudiantes… De manera especial a dos profesionales de la ingeniería: Santiago Oleas e Isaías Garzón, que discretamente, con gestión, recursos y persona, han entregado sus mejores esfuerzos para iniciar con una programación a la altura de las circunstancias. A estos reconocimientos debo sumar dos, especiales y necesarios: al musicólogo y gestor cultural Mario Godoy Aguirre, cuyo pronunciamiento de 1987, según vemos, no ha sido sembrado en tierra estéril ni con actitud inconsecuente; del mismo modo al maestro Julio Bueno Arévalo, uno y otro actores solidarios y diligentes que tendieron lazos y facilitaron gestiones entre la Universidad Nacional de Chimborazo y las agrupaciones artísticas, entidades y personas que a Riobamba ofrecieron su talento durante esta semana inaugural. Vaya también el saludo para el Ministerio de Cultura, su Dirección Cultural en Chimborazo, el personal técnico y de guardianía, ingenieros de sonido, operadores de video y otro, muy afectuoso, para el grupo de protocolo de la UNACH, así como para las estudiantes del colegio Santa Mariana de Jesús: unas y otras agraciadas muchachas que, con buen modo, amabilidad y sonrisas, recibieron a los miles de asistentes que hasta la institución organizadora acudieron. Únicamente quien sea capaz de superar el trabajo consumado tiene derecho a cuestionarlo; a los resentidos, lo mismo que a los eunucos del arte y la cultura solo les queda hacer desaires o ponerse a lanzar piedras a la madrugada.

 

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