Marcelo Méndez
El pensar en la grandiosidad infinita del Universo, nos remite de manera irremediable a la insignificancia de nuestro ser.
La humildad nos permite establecer contacto con esta verdad fundamental y contemplar la vida desde los ojos de muchos, no solo de los propios. Cuando pienso en grandes líderes tiendo a simpatizar con personajes como Gandhi, Lincoln, o Velasco Ibarra, personas que alcanzaron la grandeza desde la construcción del yo sin olvidar el respeto al otro. Napoleón Hitler, Stalin, jamás pensaron que sus ideas podían contener algún error y esa ceguera, sello su destino y el de sus pueblos, los unos cohesionan los segundos dividen, los unos comprendían al prójimo los otros solo exigían ser comprendidos.
Todos podemos errar, hasta los sabios, pero no admitir el error es un error de otra clase, es una muestra de falta de humildad.
Ingresar a la boca el lobo para después quejarse de que este le haya mordido no dice muy bien del que culpa al lobo.
La valentía es una virtud, la temeridad un defecto, es evidente que en los actos acaecidos en Quito la semana pasada primo la imprudencia y acaso una fuerte dosis de vanidad.
Un líder que debe ante todo gobernar para unir y no como en este caso desunir para gobernar.
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