BOLIVAR Y CHAVEZ
Un caluroso día de diciembre de 1830, en una hacienda cerca de Santa Marta, recostado en humilde aposento y rodeado de unos pocos fieles amigos, un pobre tísico agonizaba; su rostro cetrino y melancólico denotaba un gran sufrimiento moral. “He arado en el mar”, había dicho poco antes en su lecho de proscrito. Poco después el ilustre moribundo exhalaba su último suspiro. Pobre, triste, traicionado por sus amigos de la víspera que le juraron lealtad eterna, expulsado de su propia tierra, moría Simón Bolívar, el Padre de cinco naciones. Venezuela, patria del héroe tardó 12 largos años para reclamar los restos de su más ilustre hijo.
Bolívar nació en cuna de oro, su padre un noble y rico terrateniente español, llenó de privilegios al joven Simón que creció en medio de la opulencia y el boato. Muy joven viajó al viejo continente donde se codeó con la rancia aristocracia europea. En su segundo viaje a Europa, visitó Italia, en donde junto a su maestro Simón Rodríguez, frente a la Ciudad Eterna, juró liberar a las colonias americanas del dominio español. Inició entonces la larga y cruenta guerra de independencia. Su formidable capacidad militar, política y administrativa le llevó a fundar naciones donde clavaba su espada. Con visionario talento, había predicho que los Estados Unidos de Norte América se convertiría algún día en una gran potencia que pretendería subyugar a las demás naciones americanas, por esto patrocinó la creación de una gran nación latinoamericana que haga contrapeso a la naciente potencia del norte. La Gran Colombia, el sueño de Bolívar tuvo efímera existencia, sus Generales, ambiciosos, desleales, movidos por mezquinos intereses conspiraron contra él, lo declararon fuera de la ley, lo expulsaron de Colombia y se repartieron la Patria a dentelladas.
Ciento veinte y cuatro años después de la muerte del Libertador, nace en un modesto hogar, en un pequeño pueblo de los llanos venezolanos un niño llamado a continuar la tarea inconclusa de Bolívar. Hijo de un sencillo maestro de escuela, el pequeño creció en medio de la austeridad económica, sus padres sin embargo procuraron dar a su hijo la mejor educación acorde a sus posibilidades. Hugo Chávez Frias, que así se llamaba el futuro Presidente de Venezuela, levantó en alto la espada invicta de Bolívar y se prometió continuar con el sueño del Libertador. Luchó hasta el fin de sus días por la unidad de las naciones latinoamericanas. Consiente que una unidad sin fronteras era una utopía, bregó al menos por una unidad económica, política y social de la América Hispana. Se enfrentó el Imperio que tal como lo predijo Bolívar, se había convertido en la gran potencia que expoliaría a sus vecinos al sur de rio Grande. Con un programa social basado en la equidad, canalizó los inmensos recursos petroleros de su patria hacia una reforma social y económica que favorecía a los más necesitados. El pueblo agradecido le favoreció con dos reelecciones consecutivas. En lo más alto de su prestigio como estadista, líder latinoamericano, gobernante y símbolo del antiimperialismo, el destino le jugó un lance mortal. La fatídica enfermedad que no respeta ninguna condición humana cortó el hilo de la vida a Hugo Chávez Frías. Su muerte llorada por su pueblo y por toda Latinoamérica, congregó alrededor de su féretro a millones de venezolanos que lo idolatran. Jefes de estado, presidentes, príncipes y gobernantes de todo el mundo, llegaron a su Patria para darle el postrer adiós. Nunca antes en el mundo una partida final había conmovido a semejantes multitudes.
Ah! el destino, insondable, impredecible, paradójico. Bolívar nació en la opulencia y la riqueza y murió en la miseria y la ingratitud de sus compatriotas. Chávez vino al mundo en un modestísimo hogar y muere en el cenit de su prestigio, rodeado del cariño de su pueblo y en olor a muchedumbre.
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